Historias que te llegaran al alma: Capitulo Extra

Seguidores

jueves, 13 de septiembre de 2012

Capitulo Extra

¡Buenas bloggeros! Aqui esta la sorpresa de la que os hable. Este es un capitulo extra de la historia, super largo, contando la historia de Sally y Mario, los tios de Susana. ¡Espero que os guste!
La traición había comenzado. El sacerdote se había hecho con el poder, como algunos mágicos ya sospechabamos, y ahora enviaba  a sus armaduras negras a por todo el que intentara escapar. También envió a algunas a por los mágicos blancos. A por mi familia.
En aquel entonces, en casa vivíamos toda la familia. Mis abuelos, mis padres, mi hermano y yo. Bueno, mi abuelito paterno estuvo entre los consejeros del Rey. Esa noche trabajaba en palacio. Mi padre sabia que lo mas probable es que no hubiera sobrevivido.
Por eso, en cuanto escuchamos el jaleo, todos empezamos a recoger las cosas mas necesarias. Comida, algo de ropa, pañales para Nicolás, que solo tenia un año... Después, antes de salir, mis padres no dieron a beber una de sus pociones, para que las armas no nos dañaran, y otra para correr mas rápido.
Mis dos padres eran mágicos, lo cual es muy normal, ya que al ir a clases juntos, al practicar la magia juntos, pues acabas conociendo a tus compañeros mejor que nadie. Aun así solo los primogénitos podían heredar los poderes. Bueno, a no ser que sean mellizos o gemelos como mis amigos Paula y Benjamin, que ambos tenias poderes. “Es una pena” solía decir mi madre “que solo los primogénitos hereden la magia”. Y entonces mi abuela replicaba: “Ya sabes que lo de mágicos no primogénitos es un don muy raro. No pensarías que te había tocado a ti ¿no?” Entonces yo miraba a Nicolás, que era igualito que yo, solo que el era niño. Tenia unos grandes ojos esmeralda, la piel muy blanca y el pelo oscuro y ondulado.  A mi también me apenaba que no tuviera poderes, aunque nosotros seamos de pociones. Nos habríamos divertido tanto…
Aun así, le matarían. Lo sabia, a pesar de que solo tenia 11 años. No dejarían nada al azar.
Cuando nos disponíamos a salir, mis abuelos maternos se quedaron el la puerta de casa .
-Venga, mama, papa, hay que darse prisa –les apresuro mi madre.
-  Nosotros nos quedamos. Vosotros tenéis que daros prisa –dijo mi abuelo.
-  ¿Qué? Ni hablar. Vamos, tenemos que salir de aquí todos juntos.
 -  Hija, escucha –esta vez fue mi abuela quien hablo-  Sabes que nos alcanzaran. Nosotros podemos retenerlos hasta que lleguéis a casa de Angélica. Pero debéis correr. Piensa en tus hijos.
Y antes de que mama respondiera, o tirara de ellos, llegaron dos armaduras negras a atacarnos. Gracias a la poción que nos tomamos, no nos alcanzaron. Pero aun así había que correr.
Papa, que sabia que mis abuelos no cambiarían de opinión cogió a mama y la arrastro para que corriera. Mientras, mi otra abuelita, que llevaba a Nicolás me cogió a mi y corrimos hacia callejones mas oscuros.
Angélica era una chica de unos 20 años a la que su familia la obligo a casarse con uno de los comandantes del sacerdote. Obviamente ellos no lo sabían, pero como venia de buena familia y ellos eran pobres pues la casaron. Cuando ella se entero, odio a su marido, que ya de antes detestaba. Entonces empezó a ayudar a mágicos blancos sin que el se enterara. Incluso nos aviso de lo que planeaba para el día de hoy, la traición, y por eso pudimos escapar a tiempo.
Llegamos a su puerta trasera jadeando. Angélica nos abrió y nos guió hasta el sótano. Hoy, su marido, obviamente trabajaba así que no sospecharía.
Nos quedamos allí unos días, hasta que Angélica nos dijo que ya era seguro salir. A escondidas de su marido, nos cambio de nombre, de casa y por si acaso, nos teñimos el pelo. Íbamos a empezar una nueva vida. Ahora los tributos eran altísimos, y cada día pasábamos mas hambre, pero sabia que había gente que estaba peor que nosotros, así que no me quejaba.
Después de un año, llegaran a la casa de al lado una familia nueva. Lo mejor es que a esa familia la conocíamos. Era la familia de mi mejor amigo Mario, otro mágico como yo. Bueno, el era mas de hechizos pero aun así nos llevábamos genial. El tenia el pelo castaño (aunque también se lo había teñido), y unos ojos azules tan bonitos como el mar. Era un poco mas alto que yo, porque era uno o dos mayor que yo pero no me importaba. Lo mejor es que Nicolás dejaría de estar aburrido, porque el también tenia una hermanita, llamada Elisabeth, de la edad de Nicolás, que era clavadita a el.
Ahora, nos estábamos recuperando poco a poco. El me contaba que se le hacia raro verme con el pelo castaño y yo le decía que se me  hacia raro verle a el rubito. También nos contamos como sobrevivimos el día de la Traición, y descubrí que sus 4 abuelos habían muerto ese día, que como los mios, se sacrificaron por su familia.
Como no podíamos practicar magia porque estaba el riesgo de que nos encontraran, hablábamos. Yo empezaba a recuperarme y a acostumbrarme a vivir así. Después de todo, no se estaba tan mal.
Y pasaron así meses de paz. Mario y yo cada día nos acercábamos mas, hasta que nos enamoramos, y empezamos a salir juntos. Bueno, sinceramente lo hacíamos a escondidas. Nuestros padres se llevaban bien y tal, pero decían que era peligroso que estuvieran las dos familias tan cerca, porque eramos como una bomba mágica que llamaba la atención, así que no podíamos pasar todo el tiempo que queríamos juntos. Cuando teníamos 14 años y pensamos que podríamos llevar una vida normal, todo se torció.
El marido de Angélica la descubrió ayudando a un grupo que pensaba escaparse. Entre ellos estaban Paula y Benjamín a los que no veía desde antes de la Traición. Ellos intentaron escapar pero murieron la mitad, así que nunca supe si sobrevivieron o no. Y a Angélica... bueno, a ella la ahorcaron el la plaza del pueblo.
Entonces comenzaron a investigar todavía mas. ¡Volviamos a estar en peligro! Cogimos absolutamente todo, porque esta vez ya sabíamos que iban a tardar mas, el sacerdote no tenia tanta prisa, sabia que no podríamos huir por la muralla, y el rió era demasiado arriesgado. Solo nos ocultaríamos dentro del reino.
Pero esta vez no estaba sola. Mario y su familia también estarían con nosotros.
Nuestras familias pensaron que lo ultimo que se esperaba el sacerdote era que nos escondiéramos en el centro de la ciudad, fuimos allí. Tenían razón. Allí solo había algunos, los justos para intimidar a la población.
Nos escondíamos donde podíamos. A veces, los cuatro hermanos nos poníamos un poco perdidos de barro, la ropa mas vieja y desgastada que tuvieramos y salíamos a pedir comida. Otras, cuando no nos daban nada, y no nos quedaba otra opción, los pequeños se quedaban con mi abuela, y nosotros los mayores robábamos manzanas o cualquier otra cosa. Nuestros padres nos vigilaban de cerca, obviamente, pero ellos no querían salir por miedo a que les reconociera alguien.
Un día, cuando Mario y yo habíamos robado un buen saco lleno de carne, nos pillo una de las armaduras. Estas eran negras, movidas por la magia del sacerdote, median mas de dos metros. Yo choque contra ella, Mario se detuvo a tiempo, pero de la impresión soltó el saco. La armadura nos pillo a los dos, que por mucho que gritáramos, pataleáramos o hiciéramos un escandalo, no nos soltaba. Yo estaba a punto de llorar, porque aunque sabia que si nos metían entre rejas el sacerdote detectaría nuestra presencia, y entonces si que estaríamos perdidos.
Pero nuestros padres salieron. Uno de los padres de Mario lanzo un hechizo para desarmarla pero esta volvió a formarse casi automáticamente. Por lo menos, eso nos dio tiempo para caer, y correr al lado de nuestros padres y ayudarles a defenderse.
La gente pronto comprendio quienes eramos, o mas exactamente, que eramos, y se alejo de allí, mientras otras 4 armaduras llegaban. Mi madre Nos dio unas pociones a Mario y a mí. Sabían que las armaduras eran demasiado poderosas para destruirlas, en los meses el poder del sacerdote se había expandido demasiado. Por eso nos salvaron a nosotros. Como ya no había que esconder nuestra magia, mi madre nos alejo como pudo de allí, y nos hizo tragarnos las bebidas. Al cabo de unos segundos sentí que me mareaba, y luego cuando me caí porque ya no podía sostenerme, estaba en el callejón donde nos ocultábamos.
Mi abuela se sorprendió al vernos, pero nuestros hermanos estaban dormidos. Le contamos lo mas rápido que pudimos todo a mi abuela, que aunque su rostro permanecia impasible, sus ojos delataban la gran tristeza que sentía. Yo estaba tan nerviosa, asustada y triste comprendiendo lo que significaba que nuestros padres no se bebieran las pociones, que fue casi como estar en trance. Ni si quiera llore. Solo me quede ahí plantada mientras mi abuela despertaba a Nicolás y Elisabeth.
A penas recuerdo lo que paso después. Nos alejamos de allí corriendo, porque no podíamos utilizar magia. Solo se que para cuando me recupere mas o menos, estábamos en una casucha, en medio de unos campos de cultivo.
Pero mi abuela sabia que nos descubrirían. Sabían que vendrían a por nosotros tarde o temprano, ahora que el sacerdote sabia como era nuestra magia, nos encontaría rápidamente. Por eso, unos días antes de que vinieran a por nosotros, Mario sugirió que ya que Nicolás y Elisabeth no tenían magia, los dejáramos en alguna casa de esas que montaban las pocas buenas personas que quedaban, para niños huerfanos, y entre todos, intentaban salir adelante. Así lo hicimos. Ellos no lo sabían. Solo les dijimos que tendríamos que separarnos pero que volveríamos a por ellos. Pero no volveríamos, nunca.
A pesar de que los tres sabíamos lo que nos aguardaba, nos quedamos en la casucha. Y salí del todo de mi estado de trance la noche antes de que llegaran a por nosotros. Me desperté por las pesadillas que no habían dejado de acosarme desde el día del robo, y sin querer desperté a Mario, que dormía a mi lado.
Entonces me desahogue. Llore por todas las personas a las que había perdido. Primero casi todos mis abuelos, después a mis padres, y después había abandonado a mi hermanito. Y ahora, a pesar de todos los sacrificios, íbamos a morir, y no habríamos conseguido nada de nada para ayudar al reino. Mario me consoló toda la noche, hasta que llego el alba. Entonces volvieron las armaduras.
Mi abuela, que seguía intentando protegernos, nos escondió en un sótano cuya puerta estaba escondida bajo unas tablillas. El techo era bajo, y teníamos que estar sentados. Aun así, si alzaba un poquito la cabeza y levanta un poco las tablillas podía ver lo que ocurría. Pero cuando llegaron las armaduras estas no estaban solas. El sacerdote venia expresamente a matar a los últimos mágicos blancos del reino. Mi abuela, obviamente, no se rindió sin luchar, y hacían muchísimo ruido. Ahora Mario también miraba. Cuando consiguieron detener a mi abuela, que seguía intentando liberarse, vi como el sacerdote movía los labios y...
- No mires -me dijo Mario.
Entonces se hizo el silencio total. Yo ahogue un sollozo, y Mario me abrazo. Supongo que hicimos algún ruido, o simplemente por el hecho de tener magia nos detectaron. Aunque estaba destrozada por dentro, cuando nos sacaron de allí, no se de donde saque fuerzas, pero me mantuve totalmente erguida, orgullosa, sabiendo que no iba a dejar que ese gilipollas que había arruinado mi vida y la de todo el reino me viera en semejante estado. Eso solo serviría para reforzar su ego. Pero en vez de matarnos al instante, nos durmió. Yo en sueños, pensé que ya había muerto, pero no estaban ninguno de mis familiares.
Cuando desperté, estaba en una celda, encadenada por los pies y Mario igual, pero aun dormido. Pero no estábamos muertos ni nada. Solo encerrados. Cuando se despertó, Mario tampoco podía creerlo. Suponíamos que nos había dejado vivos para que le dijéramos donde estaban nuestros hermanos, pero los dos coincidimos que ni por tortura nos sacaría esa información.
Finalmente, después de un par de semanas, el sacerdote se digno a visitarnos. Para entonces era seguro que nos reconocería, ya que el tinte del pelo se había ido, y además habíamos intentado convencer a los guardias para que nos dejase a marchar a cambio de algo que solo podía conseguir se con magia. Primero, nos pregunto por Nicolás y Elisabeth. Le dijimos que no sabíamos donde estaba, que aquel día huimos por caminos separados. No pareció importarle."Después de todo solo son niños sin magia ¿no?" y sentí que a mi lado, Mario se estremeció levemente. Luego nos pregunto por los rubíes y los zafiros de nuestras familias. Yo sabia que los utilizábamos. Y También sabia que nuestro rubí estaba escondido en una especie de celda mágica, donde solo entraban los que conocían el hechizo que invocaba la puerta. Supuse que con el zafiro de Mario pasaría lo mismo. Pero ambos volvimos a responder que no sabíamos nada. "Después de todo, nuestros padres aun nos protegieron de esa información" dije imitando su voz, como rentándole. Se puso todo rojo, como un niño cuando no consigue lo que quiere. Después nos dijo que nos daba una semana para pensarlo, después nos quemaría en la hoguera.
Después de que se fuera, Mario comprobó si había hechizos que nos vigilaran. Al parecer el sacerdote se había vuelto descuidado, solo había uno que nos impedía salir de allí. No era un problema. Para entrar solo necesitaríamos concentrarnos. Si que sabíamos las contraseñas, eso nos lo enseñaron con nueve años.
Aunque nunca había entrado, me acorde perfectamente. Entre en aquella salita que no correspondía a espacio alguno y lo vi. Un precioso collar, que en su extremo sostenía en una bola de cristal el rubí que había pertenecido a mi familia desde hace generaciones. Me acerque. Era tan bonito. Y hasta sentía que un aura poderosa la envolvía. Tenia tantas ganas de cogerlo, de llevármelo a un sitio seguro. Pero no. Si no, me pillarían. Además Mario estaba haciendo guardia. Volví.
Cuando llegue, Mario empezó a concentrarse para abrir la portezuela. El también tardo un poco mas de lo normal. Cuando salio llevaba algo en la mano. Un papel amarillento y algo arrugado. Se notaba que era antiguo.
El se fijo en que le miraba la mano, y se dio cuenta de que lo tenia. Volvió y lo dejo. Me dijo que no era importante. Aun así, después de que nos trajeran algo de agua, me dijo que descansara. Que tenia que dormir. Le hice caso. Estaba tan cansada...
Poco después me desperté, y comprobé alarmada que Mario no estaba. Me levante de golpe y observé que había estaba al otro lado de la celda. Estaba dormido, y por un momento pensé que estaría inconsciente o incluso algo peor, así que me acerque corriendo. Cuando llegue vi que respiraba. Pero en su pecho descansaba el mismo papel que había visto en su mano horas antes. Lo cogí, decía lo siguiente:
"Supongo que para cuando encontréis este mensaje ya sera tarde. Después de todo las joyas no deben utilizarse salvo para magia muy fuerte, y solo en casos extremadamente necesarios. En fin. Si aun estáis a tiempo, ¡refuigiaos! Salid del reino. Alguien derrotará al Rey, y después tendrá a todo el pueblo sometido. Sera una época horrible. Si aun así no leéis esto a tiempo debo informaros de que existe otra forma de escapar. Como seguramente sabréis hay otros mundos. Lo que no muchos saben es que se pueden viajar entre ellos. Con una cantidad casi mínima de magia, en la sala correcta, se puede ir a otros lugares. Por favor, hacedme caso, huid. Para que nuestra familia este a salvo huid. Puede que penséis que es una broma, pero no. Nadie se atrevería a bromear así, menos yo que soy una antepasado tuyo, seas quien seas. Por que si estas leyendo esto, es que eres de mi familia, de mis descendientes. Hazme caso, huye. Solo tienes que utilizar el zafiro, el te guiara. Para llegar a la sala  en realidad solo debes..." A partir de ahí, la hoja estaba rota. Era extraño, creía haberla visto entera cuando la trajo Mario. La deje en su bolsillo y le desperté, aunque me costo bastante. ¿Es que acaso había estado inconsciente? Aunque dentro de mi empezaba a albergar esperanzas de poder salir de allí. Aun así, decidí no comentarle nada a Mario por ahora. Si el no quería que la leyera, seria por algo.
Cuando se levanto por fin, no se percato del papel. Luego, empezamos a discutir sobre que debíamos hacer. Por que algo debíamos hacer. Después de todo, no podíamos esperar pacientemente a que nos mataran.
-Podríamos entrar a las salitas estas. Después, podríamos coger un cuchillo o algo y matar a ese asqueroso... -dije después de unas cuantas ideas. El las había rechazado todas y yo estaba frustada y empezando a perder la paciencia.
- No, no funcionaria -El mientras tanto, había abierto la puerta a la sala del Zafiro, para que yo también entrara. Lo habría hecho antes, pero yo no dejaba de dar alternativas, y el paraba para explicarme porque no podía ser. Por eso, primero entre primero en la mi sala, y cogí mi Rubí, ya que el pensaba que seria mejor estar en la suya, y guardar allí las dos joyas.
Entonces, entramos. Definitivamente había perdido la paciencia con ese ultimo rechazo, así por primera vez en mi vida le chille:
-¡Sabes que es lo correcto!
- Nunca he dicho lo contrario. Pero ya sabes que es muy difícil. Además, estamos supuestamente atrapados, por si no lo has notado. Si hemos podido abrir esta puerta ha sido gracias a esto- dijo, señalando su zafiro- pero si salimos mientras nos vigilan, el sacerdote hará que nos maten inmediatamente, en vez de darnos la semana que nos ha dado.
-Pero es que tenemos que hacer algo, lo que sea... -y antes si quiera de poder terminar la frase, me asaltaron recuerdos de toda mi familia y se me quebró la voz.
-Lo intentaremos, -dijo con total calma, mas hablando para el que para mi. Supuse entonces que esta intentando ocultarme lo del papel.-  de verdad, pero antes hay que agotar todas las alternativas. Siempre podemos...
Aja, ahí si que lo pille. Aun así, lo presione.
-Siempre podemos ¿que? Como tu has dicho, estamos atrapados. Nuestra única salida es huir.
-¿Huir? ¿Adonde si puede saberse? Muchos lo han intentado. Hace poco lo intentaron algunos, como  Benjamín o Paula con otras 48 personas. He oído que mataron a la mitad, no se si habrán sobrevivido.
-Mas razón para salir de aquí. Además, tenemos mas posibilidades de sobrevivir. Podríamos robar la esmeralda que tiene el sacerdote aparte de las nuestras y llevarlas a un lugar seguro. No podemos quedarnos aquí. Moriríamos, y con nosotros los únicos mágicos blancos que quedan. El sacerdote triunfaría. ¿Quieres eso?
-Sabes que no, ¿pero que mas podemos hacer? No podemos huir, incluso dejando las reliquias aquí es una estupidez. Si fuéramos al bosque le daríamos otra razón por la que matar a los supervivientes, y su poder cada vez es mas grande. ¿Adonde huir entonces?
-Yo no estaba pensando en el bosque.
Me miro, como sospechando algo, pero sin estar seguro.
- Podríamos ir a otro mundo.
En ese instante compredio que lo sabia, sabia cual seria nuestra única esperanza. Miro por toda la cámara, y después probo en sus bolsillos. Allí estaba la nota. La volvió a guardar en el mismo sitio, y aunque al principio me lanzo una mirada acusadora, después esbozo una sonrisa triste.
-Tal vez si podríamos ir. ¿Pero a cual? -pregunto entonces.
- Al que quieras. A uno al que podamos ser libres. A uno al que podamos estar juntos.
- No es tan fácil viajar. No basta con tocarlo a la vez. No basta con concentrarse como con los hechizos simples.
-¡Ya lo se! Pero es nuestra única oportunidad.
-Ya, ¿pero y que pasa con nuestros amigos? No podemos dejarlos aquí.
-¿Prefieres morir? Te recuerdo por segunda vez que somos los dos últimos mágicos blancos. No podemos quedarnos aquí.
-¡Eso no es cierto! -exploto Mario, al igual que yo antes.
-¿Como que no es cierto? - ¿Porque no podía haber nadie mas como nosotros? ¿O si?
-Hace poco descubría a... bueno a otros dos como nosotros.
-¿Bueno, y quienes son?Mario trago saliva. No quitaba la vista del suelo. Me preocupo. ¿Quienes serian?
- ¿Me lo vas a decir o no, Mario? -me impaciente.
- Son... -por fin levanto la mirada, y me miro a los ojos. Y entonces lo supe, antes de que lo dijera- Son Elisabeth y Nicolás.
- ¿Qué? ¡Eso es imposible, lo sabes!
Cuantas veces había deseado que mi hermanito también tuviera ese don. Pero era imposible. Yo a su edad ya sabia hacer magia. Casi desde que nací. Aunque... mi abuela me contó que a veces, los mágicos que nacían sin ser primogénitos tardaban mas en desarrollar su don visiblemente.
-Pues ahora lo es. Nuestros hermanos también han heredado la magia. Eso es bueno, Sally. Ellos pueden seguir, aunque nuestros padres no estén. Aunque ni si quiera nuestros abuelos estén, ellos pueden aprender por su cuenta.
- ¡No! Tu deberías saber lo difícil que es controlarlo. Apenas tienen 4 años. ¡Los mataran! Además no podría separarme de Nicolás, es muy pequeño. Deberíamos llevarnoslos, estarían mas seguros.Otra razón para irse.
- Y otra por la que no tendríamos tiempo de huir. Es difícil, yo misma voy a dejar a Elisabeth, a mi hermana, a lo único que me queda de familia, pero...
- ¿Pero que? - Empece a llorar. Ahora que por fin me enteraba de que Nicolás podía hacer magia debía dejarlo. No podía hacer eso.
- Deberiamos trasladarlos a ellos.
Le mire. ¿Estaba hablando en serio?
- Es decir... es difícil, pero su magia es mas joven que la nuestra, estan menos cansados. Ellos huirian mas fácilmente. Y huirían con las reliquias.Estarían a salvo. Piensalo, podrían desarrollar su magia. Podrían ser mas poderosos que tu y yo juntos y algún día podrian volver.
- Pero aun no sabemos a que mundo. Además, son muy pequeños...
-Pero no podríamos viajar con ellos. Seria demasiado arriesgado. Además así el sacerdote bajaría la guardia. Cree que somos los últimos blancos que quedamos. Los  magos oscuros no los cogerían. No podrian.
Escuchamos el chasquido que hacia la puerta al abrir el primer cerrojo, y salimos de la sala. Yo me escondí el colgante entre la ropa, rezando para que no fuera el sacerdote. Por suerte solo era un guardia, que venia a dejarnos mas agua, y esta vez, un poco de pan.
- En serio, Sally, se que seria doloroso. Y mucho. Pero... es lo mejor. Además, cuando creias que no eran mágicos ya estabas haciendo planes para huir juntos. ¿Por que no dejarlos a ellos ahora?
-Porque.. porque se como funcionan las cosas así - murmure, muy bajito, mientras me sentaba en el suelo y me abrazaba. Sencillamente todo esto era demasiado para mi-  por que... por que así alguien les habría adoptado y pasarían hambre, pero ¿quien no? Y si no pensaba llevarmelos a escondidas. En cambio ahora.. no tendrían a nadie.Nadie se ocuparía de ellos. No estaríamos tu y yo, por que en una semana nos mataran en la hoguera y no tendran a nadie que les proteja -termine con amargura.
- Yo se un mundo donde si estarian bien. Donde son libres, de verdad. Donde se encargan de los niños sin nada, por lo menos en gran parte del mundo. Dejemoslos allí.
Se sentó a mi lado y me abrazo. Para mi fue un gran alivio sentirlo tan cerquita pero por otro lado me recordó todo lo que había, y  que iba a perder.
- Además crecerán y puede que vuelvan y le derroten. O que simplemente no sepan nada, por que tal vez su magia no evolucione lo suficiente, pero, por lo menos estarán a salvo.
Seguimos así un rato. Abrazados. Detestaba la idea de que mi hermano viajara solo, sin ayuda, con su magia recién descubiertos. Cuando por fin me calme, me pregunte como sabría Mario eso.
- ¿Recuerdas cuando propuse lo de dejarlos en una de esas casa de acogida? -respondió cuando le pregunte. Yo asentí- fue porque el día anterior les vi haciendo magia con una pobre lombriz.
- ¿Y como sabes lo del mundo donde según tu les protegerán? -volví a preguntar- Porque cuando te dormiste aproveche para hacer experimentos. Fui a un mundo luego a otro. Por eso te costo despertarme. Estaba agotado.
- ¿porque no me lo contaste? Podría haberte ayudado.
- Ya, pero era peligroso. Además tenían que creer que alguien seguía en la celda.
Después empezamos a pensar en como hacer que nuestros hermanos pudieran ir a ese mundo. Después de dos días de mucho trabajar, trazamos un buen plan.
Al día siguiente se puso en marcha. Mario creo una versión de nosotros dormidos en la celda. Mientras yo abrí la puerta a mi cámara. Desde allí podía llegar a cualquier sitio, pero era arriesgado. Si por casualidad entraba el sacerdote y veía que solo era una ilusión, saldríamos mal parados, seguro. Luego, cuando yo cerré la puerta a todo correr, el empezó a ocuparse de los preparativos en aquella sala tan misteriosa, de la cual aun no me quería hablar.
Cuando llegue a la pequeña casa, y llame a la puerta, la señora que cuidaba de los pequeños me informo que habían salido hace unas horas y aun no habían vuelto. ¡Que rabia! Justo ahora. Pregunte por donde. Hacia las afueras. "Oh, no" pensé entonces "Creen que los hemos abandonado. Irán hacia la casucha". Como no iba a poder alcanzarlos a tiempo, volví a utilizar mi medio de transporte tan particular. Y llegue a la casucha, que seguía igual o peor. Espere como media hora, sabia que se tardaba mucho en llegar desde la ciudad, y si eran pequeños, todavía mas. Pero cuando por fin se abrió la puerta, y me vieron, saltaron sobre mi. Yo por mi parte les abrace lo mas fuerte que pude, hasta que me pidieron que los soltara por que no podía dejarlos respirar. Cuanto los había hechado de menos.
Después estallaron en preguntas, sobre porque no volvíamos, que donde nos habíamos metido, etc... Yo por mi parte, les dije que luego se lo explicaría, pero que por el momento tendrian que confiar en mi y seguirme un sitio secreto. Se lo dije como quien juega a un juego y no como si fuera verdaderamente peligroso. Ellos asintieron y esperaron a que abriera la puerta. Luego, no me preguntes como que no lo se, Mario abrió otra puerta, desde la su cámara hasta la mía.
A partir de ahí todo sucedió demasiado deprisa. Mario nos arrastro hasta su cámara diciendo que el sacerdote se acercaba. Les dijimos a nuestros hermanos que estaban en peligro, y que para estar a salvo iríamos a otro mundo. No les dimos tiempo a comprender. Simplemente les dijimos que debían llamarse de otra forma, les dimos nuestras reliquias y unas ultimas instrucciones, antes de que  Mario abriera una ventana espacio temporal allí mismo. No nos dio dio tiempo a comprender. Sin si quiera despedirnos, los empujo a los dos dentro y la cerro. Luego a mi me empujo hasta la celda y cerro la puerta justo antes de que entrara el sacerdote. Dijo que había cedido adelantarlo todo.
Mientras salíamos por la celda, me prometí que protegería a mi hermano, y a sus hijos (si es que los tenían algún día) pasara lo que pasara. Y también me prometí que si algún día había alguna forma de vencer al sacerdote, lo haría.
Mientras el fuego se acercaba, me aferre a Mario, que habían puesto muy cerca de mi. Vi por sus ojos que el se había hecho la misma promesa.
Después del fuego, no recuerdo nada. Es como si me hubiera dormido. Hasta que el nacimiento de unos mellizos me hizo despertar...

No hay comentarios:

Publicar un comentario